Mi mamá enseñándonos a ser "discrepantes" La Habana, 1971, no recuerdo el mes.
Los intolerantes se parecen mucho a los que integraban los tribunales de la Santa Inquisición Capuchas de corrección política y moralismo les cubren el rostro y sonrisas avergonzadas les ocultan la ignorancia. La intolerancia también se manifiesta en trastornos del cuerpo, además de los evidentes trastornos del alma.
La mayoría de los intolerantes sufre de estreñimiento, migrañas e insomnio. En lugar de dormir dan vueltas en la cama, preguntándose por qué el vecino habla bien del candidato rosado, cuando su sapiencia le indica que el candidato lila es el único por el que todos deben votar.
Constantemente evalúan las expresiones de los otros, para detectar cualquier matiz de divergencia con sus postulados de turno. Porque muchos cambian de bandera pero mantienen la inflexibilidad, como esos ex marxistas conversos al evangelio, los ex fumadores o los ex carnívoros.
Dentro de los intolerantes los peores son los que detentan el poder real. No el ficticio de un marido y padre despótico o el de un pequeño funcionario que debe coordinar el trabajo de veinte o treinta personas y se posesiona de su microscópico poder, sintiéndose Nerón durante unos pocos años, sino el poder real de un dictador posmoderno.
Hoy, mientras tomábamos el café de la mañana, mi mamá me comentaba sobre el discurso de Raúl Castro Ruz, en el canal Cubavisión Internacional.
“Las mujeres, negros, mestizos y jóvenes tienen derecho a participar”, comentó el líder, lo cual según mi madre, es signo de que reconoce la gran distancia entre su persona y el pueblo al que gobierna.
“El que manda, manda”, dijo mi mamá poco antes de que yo le pidiera permiso para reproducir sus frases y apuntes. Y me dijo: “yo temblé y pensé: si así es el jefe de Estado, cómo estarán sus pobres subordinados, los ciudadanos”
Muchas otras citas anotó mi madre anoche y con todas nos reímos y tuvimos tema de conversación para media mañana. Pero la que según ella causa terror es la siguiente, que puede calificarse de tragicómica: “Ay de aquel que le deje pasar algo a un discrepante”
“A la gran puerca”… dice mi mamá que pensó y decidió cambiar de canal, pasándose al de las series policíacas gringas. Pero durante un rato se quedó pensando en lo mal que debe estar la mayor parte del pueblo cubano, bajo el control total de su líder y también en qué criterios y características serán los utilizados para definir a los discrepantes. En todo caso, convenimos en que nacimos discrepantes, cualquiera que sea el significado del término.
Y mientras escribo esto, después de una mañana y tarde en la compañía de amigos queridos, seguramente también discrepantes, le doy gracias a la vida y por ello a mi madre, quien desde siempre nos enseñó a ser discrepantes a mis hermanas y a mí.
17/04/2011
Arderás en la hoguera... por discrepante
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