miércoles, 18 de abril de 2012

Sustitutos de la carne. Embutidos veganos

Los embutidos listos para el fiambre (nov 2011)
Hace muchos meses que no publico ni una sola receta. Poco a poco fui perdiendo el objetivo principal que me animaba cuando comencé a escribir este blog: divulgar las recetas ovolactovegetarianas y veganas que he ido conociendo en los últimos años, para de repente algún día reunirlas todas y tener listo un libro que ha sido mi sueño desde hace muchos años.

Pero, como tantas otras veces, el camino se me diversificó y resulté escribiendo sobre mis estados de ánimo, mientras guardaba las fotos que ilustrarían las recetas. Una de ellas es  de embutidos veganos (llamados así porque no llevan huevo ni ningún otro elemento de origen animal)

La foto que ilustra esta receta fue tomada el año pasado, el 1 de noviembre, cuando con mis cuatro hijos terminábamos de preparar el fiambre anual. A diferencia de otros adultos jóvenes, a quienes no les gusta o no conocen la comida tradicional de Guatemala, a los míos les encanta comerla y cocinarla.

El ingrediente principal de estos embutidos es la okara, como se llama al residuo que nos queda cuando preparamos la leche de soya, que puede encontrarse en este mismo blog. A continuación, los ingredientes y preparación de los embutidos veganos
Ingredientes para la base:
Okara (la que queda después de procesar 1 libra de frijol de soya)
Harina integral (aprox. 1 taza)


Cuando tengo formada una pasta con estos dos ingredientes básicos, la separo en dos o tres porciones, para tener diferentes tipos de embutido. Para mi fiambre hice las longanizas y chorizos que se ven en la foto.

Longaniza: se fríen bien picados ajo, cebolla y tomate (en este orden). Se agregan a la pasta, con perejil picado, sal y pimienta.

Chorizo: se agregan sal, comino, cúrcuma, pimentón y achiote disuelto en agua.

Al tener las dos partes condimentadas, corto pedazos de papel de aluminio en cuadros no muy grandes, se forman los chorizos que se envuelven en el papel, enrollando las dos puntas como caramelos. Se ponen en un molde y se meten al horno, a 180 grados centígrados por aproximadamente 35 minutos.

Me encanta esta receta porque es muy sencilla de preparar. Con una libra de frijol de soya se obtienen aproximadamente dos docenas de embutidos, que por supuesto pueden hornearse en un rollo grande que luego se rebana, envueltos en tusas o cualquier otra hoja o bien, preparar la okara como un pastel de carne molida, metiendo la pasta en un pyrex engrasado.


Espero que mis lectoras y lectores lean y practiquen esta receta, que además de ser un sustituto idóneo de las proteínas animales, es muy económica. Recuerden que se fabrica con los residuos que quedan cuando hacemos leche de soya.

sábado, 7 de abril de 2012

Crónicas de la bruja. Relato sexto. Haciendo jabón



Jabón, jabón líquido y crema. Mi último lote, agotado.
Hay mentes supersticiosas que consideran la herbolaria de una manera suspicaz y la perciben como una actividad rayana en la hechicería.  Y algunos herbolarios contribuyen a esa imagen distorsionada, ofreciendo jabones para curar más allá de lo que vemos, es decir, extralimitando las capacidades de algo tan tangible y evidentemente material como es un trozo de jabón.
 Me aficioné a fabricar jabones cuando estudiaba un curso de naturopatía, aunque la receta final la logré después de muchísimos ensayos. Entre los ingredientes más recurrentes que uso están el romero y la caléndula, ambos conocidos por sus excelentes propiedades para toda clase de problemas cutáneos, incluyendo los del cuero cabelludo.
Por supuesto, mis jabones no servirán en ningún caso para las llamadas "curas espirituales", que tanto nos vinculan a los naturistas con charlatanes de la espiritualidad por una parte, y con las mal llamadas brujas por otra.
Sin embargo, tengo que reconocer que mis jabones (y ahora también cremas) han resultado mágicos para varias afecciones de la piel y personas que han notado la mejoría al usarlos me impulsan a trabajar otro pequeño lote, que seguramente no reñirá con lo establecido en las leyes vigentes sobre la fabricación de productos medicinales, por lo reducido de cada lote y especialmente, porque no pretendo que sean medicinas, aunque sirven como coadyuvantes en el tratamiento de las arrugas, manchas de la cara, estrías, barros y hongos (dependiendo de los ingredientes activos utilizados en cada jabón o crema)
Por el momento, estoy feliz de usar siempre una crema hecha por mí, la cual también ha sido probada por familiares y amistades cercanas, a quienes les ha caído bien usar algunos o todos estos productos caseros, hechos con ceras y aceites naturales como debe ser y sin que cada lote exceda las doce unidades.
En la primera quincena de mayo tendré un lote de jabón de romero con sabila y limón (seis jabones) y otro de caléndula con fenogreco y manzanilla (seis jabones). También tendré seis cremas de aceite de oliva con caléndula y cera extravirgen.

Aquí estoy, otra vez haciendo jabones

domingo, 1 de abril de 2012

Crónicas de la bruja. Relato quinto. Cerdo solo hay uno

(webeado)

Cerdo solo hay uno, o la historia de un empleo que no me duró ni un mes

Hace poco más de un año fui despedida de un puesto burocrático al que me aferré algún tiempo, con expectativas de jubilación y otras necesidades de consumo superfluo e ilusiones de estabilidad monetaria que nos inculcan los jefes y patrones, conceptos que llegan a ser tan fuertes como los que apuntalan unos lazos matrimoniales que no nos atrevemos a romper aún cuando la violencia sea la constante en la mayoría de los matrimonios.
Habiendo renunciado hace muchas décadas a las relaciones de pareja destructivas, no pude percibir que había entablado relaciones laborales de esa naturaleza, cuando comencé aceptar los múltiples abusos de un pequeño jerarca al que nombré El Cerdo S.A., quien permitió y fomentó contra mí el delito todavía no tipificado pero ahora tan de moda, llamado mobbing (o ataque en manada) que algunos reporteros confundieron con el buyilling en la cobertura reciente al asesinato de un niño en Huehuetenango.
El proceso de acoso laboral terminó con mi despido, que si bien al principio me dejó secuelas de tristeza y desvalorización, pocas semanas después me permitió volver a ser quien era cuando inició el acoso, aunque había recibido tantas señales de alerta que debí salir corriendo antes de firmar el primer contrato, pero me detuvieron los “imaginarios” que como antes decía, construyen los poderosos para mantenernos en nuestro lugar, como obedientes y sumisas criaturas que se arrastran con la ilusión de la estabilidad.
Como lógica consecuencia de las constantes humillaciones y devaluaciones de mi trabajo (que sin embargo era presentado dentro de los logros de la unidad y tomado como modelo para los formatos de diversos productos), me convertí en alguien que jamás quiero volver a ser. Una mujer amargada, prematuramente envejecida, llena de odio y sin ganas de vivir. Una pobre empleada que todos los días regresaba a su casa “dentro de una gabardina con manchas de soledad”
Una persona triste y resentida, con trastornos digestivos y dolores de espalda, además de malos sentimientos hacia un montón de gente que finalmente no debiera estar por ningún motivo entre los protagonistas de mi película. Pero el despido me sanó y me fortaleció. Sobre todo, me dejó como mensaje fundamental el saber que mi bienestar es generado desde mi interior y que no se encuentra en ningún empleo. Por el contrario, si un empleo perjudica ese bienestar, es necesario renunciar.
Luego de muchos meses realizando varias actividades, desde la venta de mis jabones y cremas hasta la edición de textos y una consultoría de seis meses, me aceptaron en un puesto para el que tengo la experiencia de muchos años y que, si bien con un sueldo bajo, era lo que me hubiera gustado hacer en los próximos dos o tres años.
Muy pocas horas después de contratada, percibí y comencé a sufrir las consecuencias de trabajar en equipo con un grupo bastante amorfo y descabezado, anárquico en el mal sentido y con las características para convertirse en una segunda edición del grupo liderado por el Cerdo S.A. con todo el elenco, incluso el joven delfín para quien yo sería “el niño de azotes”.
Al terminar la segunda semana en el nuevo empleo que tantas expectativas alegres me había generado, estaba totalmente agotada y con un comienzo de dolor en la espalda. La actitud distante y despectiva de quien sería mi jefe, que pese a demostrarme total desprecio se había expresado muy bien de mi trabajo ante los demás, me hizo olfatear que muy pronto estaría de regreso en Xibalbá, convertida en víctima voluntaria de un sistema que aborrece la honestidad y la ética laboral, pero que sobre todo se ensaña contra la rapidez en la ejecución y la creatividad.
Me alejé despreocupadamente, sin mayor protocolo y guiada por el impulso de sobrevivencia que aprendí a cultivar en este último año.
(webeado)






Como respuesta a la primera orden arbitraria, en plena reunión, me levanté y dije que no podía seguir en ese lugar y mejor me iba para mi casa. Recogí mis cosas y salí, sintiendo la dignidad que sentimos al ejercer nuestro derecho a decir que no a los pequeños jerarcas surgidos al amparo de las burocracias, que trasladan los costales de su ineficiencia y desconocimiento a los que están situados en la jerarquía inferior, quienes como si fueran peones coloniales deben adivinar sus pensamientos y temblar ante sus enojos.
Me alejé sin preocupaciones y espero seguir de esa manera. Manteniendo una salud envidiable a pocos días de llegar al medio siglo, con ocupaciones agradables que me permiten sobrevivir y sobre todo, con la certeza de que Cerdo solo hay uno y que jamás volveré a permitir que un jefezuelo cualquiera trate de aplastarme con las botas de su mediocridad.