lunes, 30 de mayo de 2011

La higuera del diablo

Foto del higuerillo, encontrada en la web
Mi "mano" con las plantas no es tan mala como la de una mítica señora a la que apodaban "Juanita Matapalo". Todos mis prebonsais han sobrevivido a mis podas y trasplantes y la mayor parte de las semillas que sembré germinaron y ya son todas unas plántulas listas para la primera poda de raíz pivotante y el primer trasplante a macetas de engorde.

Pero también han habido incidentes y enfermedades de algunas plantas. La crásula arborescens se enfermó de un hongo muy común en esa especie y no logré salvarla. Al junípero lo tengo "hospitalizado" porque al parecer, le cayó mal el sustrato calizo (estaba sembrado en una piedra) y se puso todo seco y triste.

Una plantación de higuerilla (foto de la web)
La misteriosa desconocida, que hasta hace dos días creí un Acer Palmatum se le cayó por accidente a mi madre. Aunque la maceta se quebró y se le dañaron casi todas las hojas, logré salvarla y le quedó una hojita solitaria que ya comenzó a reponerse y tiene un nuevo brote incipiente. 

Pero resultó que no es el arce de mis sueños, sino la muy común higuerilla o higuera del diablo, planta que plaga las orillas de todas nuestras carreteras, que además nos provee del espantoso y muy útil purgante aceite de ricino.

Me dí cuenta el domingo, cuando caminaba por la carretera que va a San Juan Sacatepéquez, al ver una plántula idéntica a la mía creciendo en una llanta abandonada a la orilla de la carretera.

Al llegar a mi casa, por un momento pensé deshacerme de ella, por "común y silvestre" pero sobre todo porque sospecho que puede ser una planta de cultivo anual y entonces no tendría mucho sentido cuidarla como prebonsai todo un año...pero resulta que me he encariñado con ella, como con todas las otras.

Mi plantita de ricino, antes del accidente
Y no me atrevo a matarla, aunque después del accidente solamente le queda un tronco largo con una hojita hasta arriba.

La seguiré cuidando y esperaré a ver qué pasa con ella. Y ya me prometí que para la próxima exposición de bonsai me compraré un arbusto de arce.

viernes, 27 de mayo de 2011

En Perú con mi papá. Una foto que fue negativo por más de 40 años


Y entonces fue cuando descubrimos
que no existía Santa. Claudia,
con oso celeste (Lima, diciembre de 1969)

Mi papá era un patojo que estudió interno unos años durante la primaria.  Su casa era el casco de una pequeña finca cafetalera a treinta kilómetros por lo que debía pasar la semana lejos de mi Tita y sus hermanos menores.

Esos oscuros años de interno y luego de “cuartainterno” los vivió bajo la protección de su hermano Juan Manuel, que lo defendía de los grandulones. Ya como cuartainternos, los dos hermanos se quedaban a dormir entre semana en la casa de sus tías abuelas Rosita y Nomeacuerdo Orantes “dos viejas muy tacañas y con mucho, mucho pisto”.
Cuando finalmente don Paco compró una casa para que sus otros cinco hijos estudiaran en la capital, mi papá ya estaba en lo que entonces se llamaba prevocacional, en el colegio del “Loco Silva”, donde los vestían con horrendos disfraces militares para marchar el 15 de septiembre, según contaba. En ese colegio conoció y se hizo amigo de mi tío Rudy, quien le presentó a mi mamá, su hermana menor, que estudiaba el sexto de primaria en el Sagrado Corazón.
Cuando mi papá se graduó del bachillerato recibió una camionetilla nueva como regalo, pero la vendió muy pronto, porque tenía varias aversiones fuertes y posiblemente la principal era hacia las posesiones. Otras dos cosas que no toleraba eran la rutina, las ceremonias y la cursilería.
A los veintisiete años era médico veterinario y zootecnista y estaba casado y con tres hijas. En 1968, cuando cumplía veintiocho, la excelencia de la tesis que presentó para graduarse le valió una beca en la universidad de San Marcos de Lima. Pocos meses después de irse, mandó a buscar a su esposa y sus hijas.
Algunos de los recuerdos más marcados de mi infancia son de Lima, donde gobernaba Velasco Alvarado y por eso  se encontraban libros como el diario del Che, recién publicado. Playas de arena blanca. Playas de rocas que formaban piscinas naturales. Un pelícano haciendo popó en la cabeza de un hombre que iba en nuestra misma lancha, en el puerto del Callao.
Y muchos museos con esculturas enormes que durante varios años fueron parte de mi pesadilla nocturna recurrente. Y balcones de madera que parecían de encaje en tortuosas calles coloniales. Anticuchos, picarones, incacola.  Posiblemente por esos recuerdos es que las novelas de Mario Vargas Llosa me atrapan y son una parte tan importante de mi vida.
Dentro de los universitarios que eran nuestros vecinos había algunos militantes comunistas que pronto se hicieron amigos de mi papá. Uno era boliviano y se llamaba doctor Santa Cruz y el otro Enedino y era peruano. También estaba el chileno Lucho. Algunos eran becados y otros catedráticos, pero casi todos tenían a sus familias en Lima, viviendo en Salamanca de Monterrico, una colonia donde los vecinos trabajaban o estudiaban en la universidad. Todos tocaban muy bien la guitarra y algunas veces emborrachaban a mi padre, el más joven del grupo.
Fue en Perú donde supe que se podía vivir sin refrigeradora y sin tele y donde la Paty descubrió que no existía Santa Claus. Poco antes de la navidad, la Paty vio a mi papá entrando sigilosamente, tratando de esconder los paquetes donde llevaba nuestros juguetes de Navidad.

Al ver que llevaba osos y pelotas salió corriendo y gritando: “Santa no existe, Santa no existe”. No recuerdo que explicación nos dieron pero mi papá nos llevó al patio, donde mi mamá nos tomó la foto con los juguetes que mi papá había tratado de esconder para darnos en la mañana de Navidad.
La vida de toda nuestra familia cambió radicalmente a partir de ese año en Perú. Las fotos se quedaron por décadas en calidad de negativos, viajando en diferentes maletas a México, La Habana, Costa Rica y no sé a donde más, hasta que Claudia y Jon comenzaron a restaurar los negativos con mucha paciencia.
Yo soy una gran impaciente. Aunque mi hermana diga que todavía le faltan retoques, a mí me gustó mucho la foto y quiero compartirla, me trae muchos y muy buenos recuerdos de la mejor parte de mi infancia, cuando apenas comenzaba a entender la diferencia entre lo real y lo imaginario. Gracias hermana por la foto y los recuerdos.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cacao...bebida de los dioses


La semilla comenzó a separarse y salió la primera hojita

Su nombre científico es Theobroma Cacao L. Tehobroma es una palabra griega que significa "alimento de los dioses".  La L es porque fue clasificada por Linneo.
Tiene fama de ser una planta de difícil cultivo, originaria de Suramérica, posiblemente de Bolivia, y dentro de sus peculiaridades están los enormes frutos (yo pensé que no reducen, pero ya averigué que sí) y las flores que pueden brotar todo el año en condiciones apropiadas.

El mío lo trajeron mis queridos hijos de un sitio arqueológico en la frontera, del lado mexicano. Se comieron el fruto que era enorme, y me regalaron algunas semillas. Las tuve al sol unos días y luego las hidraté por dos días en un vasito con agua. Escogí las dos que no flotaron y de éstas una germinó.
Ha pasado aproximadamente un mes desde que sembré la semilla en sustrato de broza cernida con arena blanca cernida también, viendo que el sustrato se mantenga húmedo. Aquí están los resultados:


Aproximadamente a los diez días la plántula comienza a levantarse,
lleva la semilla como un casquito.

Al día siguiente y los próximos, la plántula termina de pararse.

En los próximos días la semilla se abre...
y una figurita que me recordó el cuento
de Almendrita apareció en medio.

El tallo sigue creciendo, la semilla se separa
y llegan nuevos brotes.


Arriba pueden verse las dos nuevas hojitas...

En la semilla aparecieron unas venitas verdes que alimentan a la plántula.

Mi futuro bonsai de cacao, por ahora
una plántula que se ve bastante fuerte...

domingo, 1 de mayo de 2011

Leche de soya, paso a paso


Mi leche de soya terminada.
El fondo oscuro es del frasco.

Está de moda y eso la vuelve polémica. Dentro de los argumentos más fuertes en su contra no podemos ocultar que la cantidad de plantaciones de soya transgénica amenazan bosques y han desplazado  a otros cultivos en grandes territorios del mundo. Puede ser que la propagación de sus beneficios sea parte de una estrategia de los productores para inducirnos a consumirla.

Pero es deliciosa y muy barata. Y sus detractores no pueden negar que el frijol de soya, aunque sea transgénico, contiene gran cantidad de nutrientes y es de especial ayuda en diversidad de procesos degenerativos. La okara, de donde se obtiene la soya texturizada (que conocemos como Protemás), es el bagazo que queda después de colar nuestra leche.

Es importante mencionar que la leche de soya o cualquier otro alimento, incluyendo las fórmulas industriales de "leche maternizada", no son el alimento ideal para el lactante, que debe tomar únicamente la leche materna, como los demás mamíferos.



1. Una libra de frijol de soya
remojada durante 12 a 15 horas

 
2. Licúo la soya con el agua de remojo. Mi colega René
la muele en piedra, seguro queda exquisita pero cuanto trabajo.

 3. Agrego: 1 raja de canela grande, media taza de azúcar morena,
una pizca de sal y una cucharadita de vainilla clara.

 
4. Pongo mi atol a hervir. Cuando rompe el hervor, retiro del fuego.



5. Cuando mi atol se enfría, lo cuelo en un trapo previamente
hervido con cloro y desaguado cuidadosamente.



6. El bagazo que queda en el paño es la okara. Cuelo pequeñas cantidades para
evitar accidentes y aparto la okara, que mañana procesaré como embutidos de soya.


7. Hiervo la leche u horchata de soya. Esta vez le agregué: nuez moscada,
1/2 taza de rapadura rallada, más azúcar, sal y vainilla. Quedó muy rica.