El retrato de Lidia tiene fecha 1976. Ella me lo regaló en 1980, en una extraña noche de bohemia en medio de la dictadura militar. |
Marta Lidia, retratada por Alejandro |
Como todos, supe que se murió Alejandro Urrutia. Mi primer recuerdo de el es su exposición de homenaje a Miguel Ángel Buonarotti, en la galería El Túnel, donde llegó con su humildad de gran artista, vestido de negro y acompañado de Marta Lidia, la compañera con la que compartió veinte años de locura y creación artística. Entonces Alejandro tenía apenas treinta años y yo lo veía como un venerable señor que lo sabía todo sobre el arte. Y casi seguramente no me equivoqué.
Muchos de los dibujos expuestos esa noche de principios de los ochenta en el Túnel eran retratos de Marta o de sus hijos. Dos de estos dibujos vinieron a parar a mi vida en una de esas larguísimas excursiones a las cantinas que realicé en una juventud en la que si bien una dictadura militar relevaba a la otra, no había ley seca y a los "bohemios por no decir borrachos", como decía el sapito Quexel, nos amanecía caminando por las calles del centro, recitando provocadoramente poemas de Maiakovsky o de Otto René Castillo, cantando desentonadamente la Internacional, maldiciendo a los chafarotes, retando a la siniestra dictadura sin más propósito que la rebeldía pura, cercanos a los anarquistas.
En una de esas noches, entrando en una cafetería china de la calle Martí, vi por segunda vez a Marta, que compartió la cerveza y gritó muchas consignas y frases revolucionarias con nosotros y antes de irse sacó de un folder dos dibujos y me dijo: "te los regalo patoja porque vos me caes bien"...no lo quería recibir, no me la podía creer pero me estaba regalando dos de los dibujos expuestos en El Túnel. Uno de ellos, un par de piernas de balletista también a lápiz, terminó con alguien de mi familia. El otro me ha acompañado siempre y es uno de mis tesoros más preciados.
Si no me equivoco, Marta y Alejandro se conocieron cuando los dos eran bailarines del ballet Guatemala, actividad que Alejandro abandonó para dedicarse solamente a la pintura, donde resaltó como uno de los maestros más sólidos y consecuentes.
Cuando tenía veinte años lo oí citar a Modigliani y esta fue una cita que nunca olvidé: "aprende la Academia con la condición de olvidarte de ella", decía siempre en esos primeros años de "democracia", cuando Cerezo gobernaba y los pintores del Cerrito se citaban religiosamente los domingos por la mañana, tal como ahora.
Alejandro visitaba la escuela frecuentemente y todos los pintores se congregaban a escuchar sus frases lapidarias sobre la moral y la política, como también sus narraciones sobre la vida de los pintores y las diferentes escuelas de la plástica.
Lo ví por última vez hace poco más de un año. Entró a Picadilly con otros dos pintores y platicamos unos minutos. Marta había muerto en los noventa, atropellada por una camioneta en una tarde de delirio. Alejandro muere ahora en Antigua Guatemala. Se pierde en la distancia, tomándose la cerveza de todas las tardes en la Mesa Redonda, donde ahora hay una venta de dobladas, sentado en la mesita de siempre, viendo para la sexta y vestido de negro, con el pelo también muy negro y una chalina negra rodeándole el cuello. Saluda a la gente que pasa, entre ellos a los estudiantes de plásticas que se acercan a saludarlo y a tratar de enseñarle sus dibujos para que se los comente.
Salud, estimado maestro.
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