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"Mis amigos son unos atorrantes" (Serrat) |
Llegando al medio siglo puedo presumir de una salud muy buena. Posiblemente porque al cumplir cuarenta cambié mi estilo de vida hacia uno más natural que no excluye momentos de conga, como se ve en la foto que el otro día me tomaron con mis queridos amigos Milvia, Diana y Ronald, tres de las personas a las que más quiero y respeto por su cultura, su sensibilidad y su sentido del humor. Agradezco a la vida porque mis amigos son alegres y sin complicaciones, aunque muy pocos (tal vez ninguno) pueda presumir de millones en el banco, pedigrée criollo o tarjetas de crédito VIP. La verdad, no sé ni me importa de dónde vienen mis amistades, en cuanto a sus linajes o créditos académicos (que algunos de ellos los tienen). Lo que valoro es una buena plática, sin pretensiones de intelectualidad y con mucha alegría, que nos hace tanta falta en esta tierra. Mis amigas y amigos son gente libre que no cree en los convencionalismos ni culpabilidades. Los coloco en primera instancia en relación con mi buena salud, porque pienso que de nada me serviría alimentarme sanamente y practicar mi hata yoga todas las mañanas, si no tuviera a todas esas personas amadas a mi alrededor, haciendo mi vida más fácil y amena, acompañándome en los momentos más tristes, como en el entierro de mi querido Rodolfo, asesinado por la iatrogenia de malos médicos. En segundo lugar, para mantener buena salud a los cincuenta, después de la cercanía de mis seres queridos está la dieta sana, que excluye las endemoniadas aguas negras destructoras de los riñones y por supuesto, cualquier clase de animal muerto.
En tercer lugar está el perdón. Hay que perdonar a quienes nos ofenden. Perdonarlos es no tener ningún sentimiento respecto a ellos y no sentir cólera ni molestia por sus vanas ofensas y sus palabras hirientes. Perdonarlos es tratar de restar importancia a los intentos de ofensa y cuando la imagen del agresor se nos presente, sintonizarnos con la Madre y decirle a esa imagen mental de la persona que nos ha ofendido:
te perdono y te dejo ir en paz. Que tus palabras y malos deseos vuelvan al lugar de donde proceden. Que nada de lo que me estás deseando se te cumpla y que jamás volvás a atravesarte en mi camino.
Y seguidamente, con la agresión totalmente borrada de nuestro mapa mental, pasar a otro asunto. Les garantizo, amigas y amigos, que el perdón será inmediato y que una hermosa sensación de salud llegará a nuestro cuerpo en el momento de alcanzar ese estado tan relajante y agradable que es el perdonar a nuestros enemigos.
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