La Griselda es la de en medio, la Chita es la grande y la Dora es la pequeña |
Nació en plena revolución de Octubre, en septiembre de 1947. Mi abuelo, propietario de una pequeña finca, era naturalmente miembro y colaborador del Movimiento de Liberacón Nacional (MLN), el movimiento ultraderechista que amparado en el Cristo de Esquipulas y avalado por los gringos derrotó a la revolución arbencista.
Con mi querida Tela, una temporada en la finca (1964) |
Cuando la Griselda nació, mi Tita y sus hijos ya se habían mudado a la casa de la 13 calle, pero pasaban sus vacaciones y muchos fines de semana en la finca. Ahí comenzó todo, me contó la Tela muchos años después. En unas vacaciones salió a pasear a caballo y en el camino de terracería por el que se entraba a la finca vio a una pareja de "mozos" llevando cargada una cajita de madera, en la que llevaban a su pequeño hijo muerto.
Los dos se pararon a su paso y la siguieron con la mirada. Una mirada de odio y de rabia tan grandes contra una niña de doce años que ella no pudo explicarse y según me contó, desde ese momento comenzó a indagar por qué se les había muerto de hambre y de pobreza el niño al par de "mozos" y también por qué la habían mirado con tanto odio y tanta cólera. Así fue como comenzó a dejar de ser la niña Griselda y a convertirse en la Capitana María.
Mural hecho por los compas desmovilizados de las FAR, en la cooperativa donde la Griselda está enterrada.Ella aparece en la esquina derecha |
Por supuesto que su conversión de niña acomodada a dirigente revolucionaria fue gradual. Tan gradual que le dio tiempo de gozar una juventud de viajes, estudios y diversiones. Según me cuenta mi madre, cuando ella, recién casada, llegó a vivir a la "casona" de la Trece, la Gris era la alegría y alma de ese hogar. Mi mamá le llevaba dos años e inmediatamente se hermanaron en una fuerte amistad. Se ponían vestidos iguales, se metían por los tejados a una casa abandonada en la vecindad, patinaban...todo esto mientras yo era cuidada por mi Tita, madre sustituta de una nieta que era hija de dos adolescentes.
La Gris fue creciendo y madurando, finalmente se graduó de secretaria, estudió un tiempo Arquitectura y pintura y por último, acompañada por mi tía Thelma Córdova (de quien debo escribir un día de estos), y su amiga María Eugenia Vásquez, se fue a Alemania con solo 21 años y la exigua suma de cien quetzales que le mandaba mi abuelo.
Con su gran don de gentes y una simpatía natural que muy pocos pueden presumir, la Griselda logró que el cónsul guatemalteco las becara para estudiar diplomacia. También aprendió alemán y tuvo un par de novios. Pronto regresó y apenas aterrizando, la realidad guatemalteca la volvió a golpear en el rostro. Mi tío Arnoldo Orantes (el Capitán Raúl), ya se había vinculado con las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y comenzaba a estar en la clandestinidad. A través de su hermano conoció al que luego sería su esposo, el comandante Pablo, con quien procreó una hija y dos hijos, en medio de la lucha, la clandestinidad y la montaña.
Conozco muy poco de sus años como militante, pero sé que destacó por su valentía y claridad ideológica. Jamás vendida a la burguesía ni traidora a los ideales revolucionarios, la Capitana tuvo a su cargo muchas tareas en su organización. Entre ellas, la formación de niños campesinos a los que enseñó a leer y escribir, las comunicaciones por radio y la elaboración de documentos teóricos sobre la guerrilla y la revolución.
Con su gran don de gentes y una simpatía natural que muy pocos pueden presumir, la Griselda logró que el cónsul guatemalteco las becara para estudiar diplomacia. También aprendió alemán y tuvo un par de novios. Pronto regresó y apenas aterrizando, la realidad guatemalteca la volvió a golpear en el rostro. Mi tío Arnoldo Orantes (el Capitán Raúl), ya se había vinculado con las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y comenzaba a estar en la clandestinidad. A través de su hermano conoció al que luego sería su esposo, el comandante Pablo, con quien procreó una hija y dos hijos, en medio de la lucha, la clandestinidad y la montaña.
Conozco muy poco de sus años como militante, pero sé que destacó por su valentía y claridad ideológica. Jamás vendida a la burguesía ni traidora a los ideales revolucionarios, la Capitana tuvo a su cargo muchas tareas en su organización. Entre ellas, la formación de niños campesinos a los que enseñó a leer y escribir, las comunicaciones por radio y la elaboración de documentos teóricos sobre la guerrilla y la revolución.
Una anécdota que pinta muy bien a mi familia es que, como atea, la Gris no iba a bautizar a ninguno de sus hijos, pero su tía Elvira llevó a la mayor a bautizar a escondidas, "para hacerle un favor". Como dirigente revolucionaria nunca abandonó su formación y fue parte del primer grupo que estudió periodismo, cuando en los setenta se formó la Escuela de Ciencias de la Comunicación.
Siendo miembro de una organización que me atrevo a llamar de cierto corte estalinista, ella nunca perdió su sentido del humor ni su buen gusto. Una ex militante de las FAR me contó que su puesto de radiocomunicaciones era una cabaña de madera que ella tenía decorada con toda clase de flores y plantas. Cuando se estaba negociando la "paz", ella debió viajar mucho y en uno de esos viajes, mientras estaba en España, asistió a un concierto de Rolling Stones que gozó como una adolescente. En determinado momento de su vida, una rara enfermedad la atacó y la dejó inmovilizada, pero no logró derrotar su amor por la vida y su alegría natural. Menos su sentido crítico y autocrítico. Murió poco después de que se firmaran los acuerdos de paz. Como revolucionaria y atea, pidió que su cuerpo fuera incinerado. Sus cenizas dieron vida a una ceiba que fue sembrada en la cooperativa Nuevos Horizontes, donde crece y seguramente siente la cercanía de sus queridos compañeros.